24 de agosto de 2016

Las bodas ya no son lo que eran





Sí, amig@s, las bodas ya no son lo que eran. Y nosotros tampoco.

Antes, las bodas eran multitudinarias, en gran parte, por complejos sociales más que por el mero hecho de tener el deseo de celebrar el día más bonito de nuestras vidas (o uno de los más bonitos) junto a las personas que de verdad nos querían.

Y en esto daban igual las clases sociales. No importaba si eras de la ciudad o, como se decía antes refiriéndose a la gente de bien, "de la capital", o si, por el contrario, eras más de pueblo que las amapolas (término que utilizo con todo el cariño del mundo jejejeje). Más del 80% (por hacer un cálculo aproximado) de la población mundial y, sobre todo, de la población española basaba su gran día en intentar demostrarle al mundo (y con mundo digo vecinos, primos y demás chismosos de los alrededores) que no tenían nada que envidiarle al de al lado.

La opinión de los demás antes importaba porque los cotilleos, marujeos y correveidiles estaban a la orden del día y muy afortunado eras si conseguías pasar un año entero sin ser la comidilla de todos los que estaban a tu alrededor (incluso de tus amigos).

Los jóvenes, por aquellos entonces muy jóvenes en su mayoría, aún no apreciaban este tipo de cosas porque, hasta ciertas edades, y siendo indiferente la época de la que hablemos, siempre hemos sido un poco rebeldes y hemos tenido otro tipo de preocupaciones (la mayoría cosas sin importancia). Pero los padres eran capaces de pasar años y años ahorrando para el día de la boda de sus hijos con la intención de poder invitar a la crème de la crème en los casos de la gente más pudiente o hasta al hijo del sereno en los pueblos más remotos.

Esto hacía que, siendo los padres quienes pagaban, la boda de los hijos fuese, al final, el gran día de los padres. La parte buena de esto es que, antes o después, ellos también tenían su gran día (en su boda era el día de sus padres, en la boda de sus hijos, el suyo) pero al final... ¿Quién disfrutaba de verdad?

Pues de eso quiero hablaros hoy, de DISFRUTAR con letras mayúsculas. 



Ahora las mujeres también trabajamos y ganamos nuestro propio dinero, los jóvenes tenemos mucho orgullo, nos gusta ser independientes (de pensamiento) y tomar nuestras propias decisiones y, sobre todo, cada día somos más los que, sin ser egoístas ni buscar el daño ajeno (por dios), creemos que el camino hacia la verdadera felicidad y tranquilidad empieza por quererse a uno mismo, tal y como es, física y psicológicamente, y luchar por ser uno mismo sin preocuparnos por lo que opinen los demás (*).

(*) Antes de seguir, aquí hago un apunte: no se trata de hacer lo que nos da la gana y al que le guste bien y al que no también, no me malinterpretéis. Me refiero a lo que os decía antes, a esos chismorreos, a no hacer caso a las críticas destructivas y entender que las personas que de verdad nos quieren no nos juzgan sino que nos respetan y, si quieren ayudarnos dándonos su opinión contraria a la nuestra, siempre lo harán de un modo constructivo y basado en el respeto y la comprensión.



No creo que nos hayamos vuelto rebeldes porque sí, sino que nos hemos dado cuenta de que ha llegado el momento de ser nosotros mismos, de no disfrazarnos, de no ocultarnos, de dejar de intentar aparentar y demostrarle al mundo que somos algo que en realidad no somos solo por miedo a lo que vayan a decir de nosotros. En definitiva, de estar orgullosos de nosotros mismos, de ser quienes somos y como somos.

Sigue habiendo muchos snobs en este mundo (muchos), y mucha gente insegura que, por motivos varios, sigue dejándose llevar por otros, aceptando las normas que se le imponen (por miedo a lo que piensen o al conflicto) sin pensar en por qué esas normas se crearon y si de verdad tiene sentido seguirlas en los tiempos que vivimos. 

No hay que avergonzarse por absolutamente nada, y mucho menos por nosotros mismos. ¿Que no tenemos dinero? A ver... ¿cuántas personas de las que estáis leyendo esto cobráis más de 2000 euros al mes? ¿Cuántos tenéis 20000 euros ahorrados en el banco? Y ¿cuántos de vosotros no os habéis visto alguna vez en la típica situación comprometida en la que os veis obligados a estar en un sitio donde no queréis estar o con personas con las que no estáis a gusto solo porque otros os han dicho que eso es lo correcto?




¡No digo que ahora no traguemos con ninguna situación que no sea de nuestro agrado! Seamos coherentes, jeje. Solo digo que utilicemos el sentido común, que cuando una situación, sea cual sea, nos provoque algún tipo de estrés, nos paremos a pensar si realmente el modo en el que hemos decidido "vivirla" es el correcto. Habrá veces que nos daremos cuenta de que se nos ha hecho un mundo de un granito de arena y que, en realidad, no tiene tanta importancia y podemos, no solo sobrevivir, sino hasta disfrutar de dicha situación o momento (hay otras muchas cosas que nos someten a mucho estrés a nuestro alrededor y a un importante cansancio y agotamiento que a veces nos nubla y nos hace venirnos abajo con cierta facilidad). Pero habrá otras en las que nos demos cuenta de que hay otras maneras de gestionar las cosas sin necesidad de hacer mal a nadie y aumentando el bien sobre nosotros.






¿Eres la madrina y no quieres llevar el típico vestido con el que te ves como una señora de 70 años? ¿No tienes dinero para invitar a 200 personas pero no por ello quieres renunciar a celebrar tu amor en un entorno precioso? ¿Eres una novia y quieres llevar un vestido de dos piezas con crop-top, el pelo suelto, labios rojos, los ojos ahumados o un ramo de plumas? O, al contrario, ¿quieres un vestido de princesa enorme, cargadísimo de tul y de volúmen inmenso pero te lo piensas por lo que puedan pensar tus "amigas las modernas"? ¿Eres el novio y no quieres ir con la chaqueta del traje porque te vas a morir de calor? O ¡lo mismo quieres ir en chaqué!

Sé tú mism@
Pero sé elegante.
Y sonríe.








maria g.
#promisedinParis






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